Quería hacer mi reflexión a
partir de la efectuada por Sandra Carranza Rodríguez sobre la alta tasa de paro
juvenil, las pésimas condiciones de trabajo y la necesidad para muchos de tener
que buscar empleo fuera de España
Leyendo estos comentarios que nos
sirven de ejemplo en este tiempo de crisis, de hasta dónde llega el hastío por
parte de los jóvenes, frente a la prolongada situación de paro y el futuro
incierto que se vislumbra, no puedo dejar de pensar en lo injusta de esta
situación y posibles soluciones, que no sean las de tener que buscar ingresos
fuera de nuestro país.
Las sociedades las forman las
personas, las dirigen nuestros políticos, los sindicatos han luchado por
conseguir derechos sociales para los trabajadores, jornadas, salarios,
protecciones sociales…, muchos de ellos han sido pisoteados, los sindicatos
desprestigiados, los políticos entre los que han aparecido diversos casos de
corrupción, se encuentran con las manos atadas por poderes económicos y
“troikas” que les dictan las recetas para salir de la crisis en magnitudes
macroeconómicas, importándoles bien poco lo que se está sufriendo en la mayoría
de las familias, especialmente los más desfavorecidos, el empobrecimiento
económico de la sociedad. Y recalco lo de empobrecimiento económico porque en
otros aspectos creo ver signos positivos muy importantes dentro de nuestra
sociedad: creíamos que nuestra juventud estaba dormida y acomodada, se podía
conseguir trabajo poco cualificado con buena remuneración y ahora se ha puesto
todo el mundo las pilas, la preparación es cada vez mayor a todos los niveles.
No había ningún interés por la política y ahora los jóvenes están impulsando y
reclamando cambios sociales, movimientos como el 15M hacen mover a la sociedad
y despertar conciencias. La sensación de desengaño y corruptelas políticas,
sensación de que no se van a producir cambios respecto al paro debe de
cambiarse por parte de todos. Necesitamos ilusión y esperanza en que esta
situación se puede cambiar. La participación activa, provocar cambios sociales
y culturales que creen cohesión y den un impulso económico entre todos, sin
esperar a que el poder político nos dé las soluciones. Necesitamos un clima de
optimismo que lo impregne todo, que se revitalice la cadena de consumo, que las
empresas sientan la “oportunidad” de ampliar sus recursos humanos y no lo
contemplen como “coste” a reducir, que la sociedad empresarial avance en el
sentido de valorar como activo a sus recursos humanos y lo motive adecuadamente
y descubran que es la mejor manera de hacer progresar a las empresas. No podemos
permitir que nuestros jóvenes valores, los mejor preparados, en los que tanto
se ha invertido, se vayan fuera porque entonces si que estamos hipotecando el
futuro.
Son necesarios cambios que deben
partir de toda la sociedad; los bancos con sus créditos tan necesarios y los
políticos cuelga medallas con sus medidas de empuje se apuntarán rápido cuando
vean que se acabó el inmovilismo.