Noticia publicada por: Mª
Carmen Jiménez García
Un
exceso de autoestima malsana acarrea serios problemas para las empresas
“Las personas que están lo suficientemente
locas como para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo cambian”. Así
comienzaSteve Jobs: La biografía (Debate,
2011), el libro en el que Walter
Isaacson repasa la
vida del desaparecido fundador de Apple. La frase, tomada de un anuncio de
televisión de Apple (Think Different), al que prestó su
voz el propio Jobs, dice mucho de la filosofía del gigante tecnológico y,
probablemente, también de la personalidad de su creador, un hombre hecho a sí
mismo al que no le asustaba alardear públicamente de sus logros.
¿Hasta qué punto sus egos han contribuido a
los éxitos profesionales de personalidades como Steve Jobs, Bill Gates o Richard
Branson? Hay quien piensa que mucho. “El ego nos da de comer”, nos
recuerda Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, citando a la psicología de la
Gestalt. En la misma línea, Pere García, máster coach de TISOC Coaching,
asegura que “el ego, bien entendido, nos permite ser conscientes de la
importancia de ser el centro de nuestro propio mundo, y ese es el primer paso
hacia la autoestima y la autoconfianza”.
¿Por qué el
ego tiene tan mala fama? Actitudes arrogantes, egoístas y carentes
de empatía hacia los compañeros son algunos de los pecados que se le suelen
atribuir cuando hace acto de presencia en entornos de trabajo. Los
especialistas apuntan que todo es una cuestión de grados. “El ego no es malo en
sí mismo. Un escaso nivel de autoestima nos puede hacer vulnerables, mientras
que un exceso nos hará perder perspectiva y habilidades emocionales y sociales
fundamentales para el desempeño profesional”, comenta Pere García.
Existen
determinadas profesiones para las que contar con saludables niveles de ego no
sólo no está mal visto, sino que puede ser muy recomendable. La especialidad de
Pere García es el coaching deportivo y en la actualidad asesora a varias
federaciones de fútbol. “El ego es absolutamente fundamental para sobrevivir en
el deporte profesional. Sin esos niveles de confianza y autoestima es imposible
progresar en la competición de alto nivel. Las condiciones externas e internas
del día a día son muy duras, y el mejor antídoto para no desmoronarse es el
ego”, afirma. Eso sí, advierte, una deficiente gestión del ego puede
“convertirse en la tumba de muchos deportistas y entrenadores. Dedicarle tiempo
al deportista y a su relación con el equipo a través de charlas individuales y
grupales es tanto o más importante como la preparación física, técnica o
táctica”.
Otro
campo en el que la cuestión de la autoestima cobra una especial significancia
es el artístico. Eso, a pesar de que “algunos de los mejores actores y actrices
son muy inseguros”, asegura Katrina Bayonas, directora general de Kuranda, la
agencia de representación que gestiona las carreras de artistas como Penélope
Cruz, Jordi Mollá o Elena Anaya. La agente asegura que existen muchos falsos
mitos alrededor del ego de los actores. “El ego les ayuda a enfrentarse a sus
demonios. Pero para ser buen actor hace falta tener una inteligencia aguda. La
humildad, la empatía y la humanidad son cualidades esenciales para poder
interpretar. Creerse el más alto, el más rubio y el más guapo es de tontos. Y
nosotros intentamos evitar representar a tontos”.
La terminología también puede ayudar a
establecer esa frontera entre el ‘ego
bueno’ y el ‘ego
malo’. Borja Milans del Bosch, de Coaching 360, marca una diferencia de matiz
entre ‘ego’ y ‘amor propio’. “El ego es una imagen ficticia que nos construimos
de nosotros mismos y que nos cuesta mucho sostener, mientras que el amor propio
tiene más que ver con saber quién eres para poner en juego lo mejor de ti y
superar situaciones adversas”, indica. El curso Liderazgo Ejemplar que este
docente imparte en empresas y distintas escuelas de negocios cuenta con un
módulo específico dedicado a la gestión del ego. “El ego es nocivo y destructivo.
Cuando toma el control del profesional todo se convierte en una competición: de
bonus, de despacho, de coche. Esto genera un gran desgaste y lleva a quien lo
sufre a la soledad”, asegura.
Trabajo en
equipo
El trabajo en equipo es otro de los
escenarios en los que un exceso de autoestima puede ser un invitado indeseable.
Ricardo Sampablo, director de Grupo Actual, advierte de los peligros que
implica tener una ‘estrella’ dentro del grupo. “A veces, el hecho de que un
empleado sea muy talentoso y resolutivo tapa todo lo demás. Desde la dirección
se le consiente porque se priman sus buenos resultados, y eso crea agravios
comparativos con sus compañeros. El reto
del buen líder es
gestionar los egos de los distintos miembros del equipo, orientándolos de
manera que todos se sientan importantes pero nadie imprescindible”.
Años atrás Pilar Jericó fue a estudiar un
curso de perfeccionamiento directivo a la universidad norteamericana de UCLA.
Le llamó la atención que cada vez que el profesor hacía una pregunta eran
muchas las manos que se alzaban. La razón era que en aquella asignatura las
intervenciones de los alumnos en clase contaban tanto o más que el examen en la
nota final. Cuando tiempo después intentó aplicar la misma metodología en las
clases que ella misma impartía en una universidad madrileña, sus alumnos no lo
entendieron. “La cultura española es afiliativa. Nos gusta formar parte del
grupo y evitamos sobresalir en exceso por miedo a ser penalizados. Esto lo
podemos ver en las reuniones internacionales, donde es habitual ver a los
anglosajones intervenir activamente mientras los nuestros permanecen en segundo
plano. ¿Quiere decir esto que a los españoles les interesa menos la cuestión o
que tienen poco que aportar? En absoluto. Sin embargo, su actitud puede ser
interpretada como desinterés”, explica la presidenta de Be-Up.
¿Qué hacer entonces? ¿Es mejor esconder la
propia brillantez para que no le tachen a uno de arrogante? Pilar Jericó lo
desaconseja. “No hay que reducir nuestro potencial porque nos haríamos un flaco
favor. Como me dijo alguien una vez, es mejor ‘hacerse perdonar la
inteligencia’, por ejemplo, mediante el sentido del humor”. Reírse de uno
mismo, mostrar humildad, reconocer las debilidades o escucha las opiniones de
los demás son, según esta experta, algunas de las estrategias que se utilizan
para rebajar ese rechazo que los demás pueden experimentar hacia nosotros
cuando exhibimos nuestras habilidades. En definitiva, señala, “si no estás
dispuesto a asumir que puedes no gustar, entonces te queda la opción de
intentar ser más inteligente que tu propio ego”.
Esta noticia podemos encontrarla en el siguiente enlace:
http://economia.elpais.com/economia/2015/10/29/actualidad/1446148333_000536.html
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