En la actualidad, vivimos en una sociedad en la que la tecnología
forma parte de nuestro día a día, tanto incluso que no llegamos a ser
conscientes de lo dependientes que somos a veces a aparatos como teléfonos móviles,
ordenadores, tables, ipads…etc.
En el mundo empresarial de la misma forma, las
organizaciones, si no quieren quedarse obsoletas, deben adaptar sus instrumentos
y formas de trabajo a todas estas novedades.
En lo primero no suelen tener mucho problema, puesto que con
el simple acto de pagar, la nueva máquina lucirá en el centro de trabajo, pero
en cambio en las formas, no es tanto así.
Un nuevo instrumento tecnológico, supone un periodo de
adaptación y una necesaria formación para el trabajador que lo usa. En mi opinión,
lo primero se soluciona con el tiempo, lo segundo no. En la formación para el
adecuado uso por parte del empleado, el empresario debe poner un cuidado interés
puesto que ésto repercutirá para bien o para mal, en la productividad de la
empresa.
En la empresa pública en concreto, se tiende a no apreciar
lo importante de todo esto y ha dejar que el trabajador como buenamente pueda
se adapte, o no, a las novedades. Todo por la sencilla razón de que lo que
ofrece la Administración ,
ninguna otra institución lo puede ofertar, al no haber competencia, ¿qué más da
cómo se haga? Si bien o mal, los ciudadanos siempre tendremos que acudir a ella
para ciertos asuntos. Bajo mi punto de vista, ésto se debería tener más en cuenta de lo que en realidad se tiene.
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