domingo, 28 de octubre de 2012

REFLEXION PERSONAL

enviado por Rosa Peñuela 

Estamos en el siglo XXI y todo son adelantos; electrónicos, médicos, científicos, de profundización en nuestra historia, cultura, arte, lenguas, otros en estudios sociológicos de gran prestigio, análisis y estudios económicos, espaciales, industriales, arquitectónicos… otorgamos los  premios Nobel, los Príncipe de Asturias, los Globos Oro, los Oscar, premios Cervantes, Planeta… en todas, o casi todas,  las materias o campos del saber, pensar y  artísticos,  incluso premios de reconocimiento a determinadas personas o entidades por su contribución a la paz social en sitios geográficos concretos aunque con alcance internacional. Tenemos grandes organizaciones sin ánimo de lucro de protección al medio ambiente, para salvar a especies en peligro de extinción, de protección y defensa de minorías étnicas, niños, enfermedades raras… Formamos parte del primer mundo o “países desarrollados”, nos consideramos superiores a otras culturas que han quedado obsoletas y enraizadas en el pasado con prácticas ancestrales. Somos mucho mejores de lo que fuimos y pensamos que aun estamos creciendo.
En gran medida creo que esto es cierto, y que el futuro es menos gris que en el Medievo o en la Era Primaria, donde las esperanzas de vida eran muy inferiores y la calidad de la misma dejaba en la gran mayoría de los seres humanos, animales y vegetales mucho que desear.
Pero siendo realista creo que hay grandes males que nos han amenazado siempre y que aun hoy en día siguen teniendo el mismo peso o calibre que en las épocas pasadas: el poder, tanto político como económico o social, la necesidad de dominación y explotación de los diferentes recursos, humanos o de otro tipo, la falta de honestidad a la hora de conseguir las metas, objetivos o deseos no ha cambiado mucho.
Se habla de la asignatura de educación a la ciudadanía, y en ella enseñan a nuestros hijos a respetar a los “otros” a los diferentes, y me parece genial. Les razonan que todos somos iguales y no se pueden hacer discriminaciones en base a la religión, sexo, cultura o cualquier otro motivo circunstancial, personal o social (art. 14 de nuestra Constitución del 78).
Pero a todo ello no se le acompaña de esa formación tan necesaria, es más diría yo, que esencial y de la que se carece en la mayoría de los casos: LA ETICA. Ética en el comportamiento diario, en nuestros puestos de trabajo, en esa modelación de lo que somos por naturaleza, más lo que somos por imitación de nuestro ambiente y familia y ese rehacerse a uno mismo desde el conocimiento de lo bueno y lo malo y que hoy más que nunca se hacen tan necesario.
Parece que no recordamos nuestra historia moderna, contemporánea y actual. Desde que el hombre es hombre ha abusado del poder y ha fomentado el aprovechamiento de los bienes ajenos para su propio beneficio. No tenemos que ir muy lejos para recordar a los jueces pesquisidores, “purga de taula”, los juicios de residencia o los jueces visitadores por enumerar alguno de ellos. Tampoco podemos olvidar la tan reconocida patrimonialización de los oficios públicos, con su duplicidad de cargos donde los Chancilleres tenían el titulo y por lo tanto disfrutaban del binomio Oficio/Beneficio y los Vicecancilleres ejercían el mismo sin participar de todo el beneficio.
 ¿Por qué recordamos esto ahora?  ¿Qué relación tiene todo lo expuesto con anterioridad con la Gestión de los Recursos Humanos en la esfera pública y privada hoy?
Pues bien,  si es cierto que hay que avanzar hay que hacerlo siendo conscientes de los errores pasados. Si ya en las épocas anteriores se tuvieron que tomar medidas y realizar cambios para evitar los abusos y falta de ética de los oficiales públicos primero y de los empleados públicos más tarde, deberíamos de conocer los peligros que corremos cuando se les dota de bienes públicos a aquellos que no están preparados y cuyo único interés es el suyo particular, o bien son estómagos agradecidos que no van a morder la mano que les da de comer. La garantía para evitar, en parte, dichos comportamientos no es otro que poner al frente de los bienes públicos a aquellos que teniendo una preparación demostrada tienen unos códigos éticos impuestos con unas supervisiones y controles bien definidos y que a cambio pueden ejercer sus funciones sin más imposición que el sometimiento a las leyes y normas que regulen la materia en cuestión. ¿Cómo se puede confiar, y en todo caso asegurar, que aquellos “elegidos” por motivaciones ajenas al buen ejercicio de los intereses públicos van a actuar conforme a derecho, si en muchos casos no tienen los conocimientos necesarios para ello y en otros no están sometidos a las garantías mínimas para el ejercicio libre y responsable de sus funciones, o incluso no tienen ningún miedo a ejercerlos de forma arbitraria pues son conocedores de que gozan de total impunidad en su desarrollo parcial e interesado?
La Administración Pública necesita una reforma profunda y desde hace ya mucho tiempo, pero la solución no está en crear una administración paralela, sin garantías para los trabajadores ni para los administrados, donde priman los intereses particulares, el clientelismo político y el enriquecimiento propio rápido y desmedido. La reforma debe partir de arriba hacia abajo, es decir desde los dirigentes del gobierno, altos cargos, directivos y después al resto del personal que forman los entes u órganos administrativos. Una reforma que sin perder las garantías propias de nuestro sistema de derecho, agilice los procedimientos administrativos generales y especiales, modifique la estructura jerárquica administrativa dotándola de más flexibilidad y equilibrio, y reduzca el exceso de personal así como la duplicidad de funciones y competencias que se solapan.
Los Recursos Humanos de las Administraciones Públicas tienen un gran reto en su misión de reforma y no podemos olvidar tampoco la importancia que va a tener  pues va a reflejar al resto de la sociedad una imagen que deberá servir de ejemplo para el ámbito privado. La austeridad en el gasto, la transparencia en su gestión, la imparcialidad de sus empleados… son algunos de los aspectos más importantes y que representaran de cara al exterior que clase de nación somos y queremos ser. Es decir de qué ética gozamos y hasta que punto estamos dispuestos a rehacernos.
Si hemos avanzado tanto en campos científicos, sociológicos, artísticos, musicales… si hemos descubierto el ADN, la inmensidad y elementos que configuran el universo, o la composición del núcleo terrestre, ¿qué nos impide poner freno al descalabro de nuestras instituciones cuando tenemos al alcance de nuestra mano todas las herramientas y conocimientos necesarios para evitarlo?

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