REFLEXIÓN PERSONAL.
Virtudes Montilla Ruiz
Declive de la Administración
Pública
La
Administración Pública se derrumba y la ciudadanía con ella, podemos justificar
ese derrumbe a la crisis, pero lo cierto
es que, la Administración lleva décadas
sufriendo una enfermedad, a la que podríamos llamar “clase política”.
Que el país necesita a la clase política, nadie lo duda, pero no a cualquiera,
sino a una que vele por nuestros intereses de manera objetiva, transparente,
con sometimiento a la ley ya que son preceptos recogidos en nuestra
Constitución. En nuestra sociedad, podríamos decir que sobran políticos y
faltan gestores. La Administración es el
medio que utilizan para cumplir sus fines, sus objetivos, la gran incógnita es,
para interés general o para interés político. No hay que ser un experto para
ver el hundimiento del sector público y de la problemática catastrófica que le
amenaza, tenemos que actuar y con rapidez, la solución no está en destruir el
sistema público, sino hacer una restructuración de forma coherente y
responsable.
Nuestra Administración
necesita una reforma y de manera urgente, pero realmente, que necesita la
administración. Necesita, que nuestros dirigentes y gestores públicos sean honestos,
transparentes, que tengan una ética pública, es decir, que actúen
con diligencia y honestidad, que
los actos estén orientados al interés público y no al interés político, que el
servicio prestado, sea bueno y oportuno, que exista un buen control del gasto
público, no olvidemos que el dinero público es de todos, algo que nuestros
dirigentes aún no tienen claro. Hacer una buena planificación en Recursos
Humanos, un recurso tan importante como necesario, conseguir que el empleado
público se implique en la gestión, que se motive, que se sienta apoyado, es
vital para el buen funcionamiento de la organización y que por el contrario, se olvida con
demasiada facilidad.
La Administración
necesita, como dijo Webber, tratar de lograr una “ética de responsabilidad”. Inculcar la responsabilidad no es tarea fácil,
pero necesaria y urgente. Está en peligro la legitimidad hacia el sistema
político, un hecho caótico para nuestra democracia. Esa legitimidad está en
peligro como consecuencia de la corrupción política, y esto es así, por la
ausencia de ética pública en nuestros gobernantes y gestores.
Francisco Tomás y Valiente dijo, “si la corrupción es tolerada
de modo duradero produce descomposición del sistema”. Por desgracia, está ocurriendo. Por ese motivo
atacar la corrupción ha de ser uno de los principales objetivos políticos, implantando
mecanismos de control que sean eficaces
y que velen por los intereses generales.
La Administración Pública
tiene serios problemas, por señalar algunos de ellos; la excesiva politización,
los puestos directivos son asignados a conveniencia del político de turno,
olvidándose en muchos casos, de la preparación técnica que pudieran tener.
Otro hecho importante,
las duplicidades de entes públicos, de todos es sabido que se han creado todo
tipo de agencias sin ninguna razón de
ser. Y por no hablar del derroche desorbitado de los altos cargos en dietas,
viajes, etc.
La Administración
necesita gestores, cuya gestión se base en la transparencia y la legalidad. Algunos
gestores públicos olvidan que vivimos en un Estado de Derecho, que todo o casi
todo está regulado por normas y que estas han de ser cumplidas y respetadas.
Es hora de empezar a
hacer bien las cosas, el país se desmorona y nosotros con el. Apostar por una
administración eficaz y eficiente no sólo es conveniente, sino necesaria. En estos
tiempos de crisis la credibilidad de nuestros políticos está de capa caída,
ellos tienen una gran tarea, recuperar
la legitimación que han perdido, y eso sólo se conseguirá cuando
realmente velen por los intereses generales en detrimento de los intereses
políticos y siempre desde el sometimiento a la legalidad.
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