lunes, 29 de octubre de 2012

Reflexión




REFLEXIÓN PERSONAL. Virtudes Montilla Ruiz

Declive de la Administración Pública
La Administración Pública se derrumba y la ciudadanía con ella, podemos justificar  ese derrumbe a la crisis, pero lo cierto es que, la Administración lleva décadas  sufriendo una enfermedad, a la que podríamos llamar “clase política”. Que el país necesita a la clase política, nadie lo duda, pero no a cualquiera, sino a una que vele por nuestros intereses de manera objetiva, transparente, con sometimiento a la ley ya que son preceptos recogidos en nuestra Constitución. En nuestra sociedad, podríamos decir que sobran políticos y faltan gestores.  La Administración es el medio que utilizan para cumplir sus fines, sus objetivos, la gran incógnita es, para interés general o para interés político. No hay que ser un experto para ver el hundimiento del sector público y de la problemática catastrófica que le amenaza, tenemos que actuar y con rapidez, la solución no está en destruir el sistema público, sino hacer una restructuración de forma coherente y responsable.
Nuestra Administración necesita una reforma y de manera urgente, pero realmente, que necesita la administración. Necesita, que nuestros dirigentes y gestores públicos sean honestos, transparentes, que tengan una ética pública, es decir, que  actúen  con diligencia y  honestidad, que los actos estén orientados al interés público y no al interés político, que el servicio prestado, sea bueno y oportuno, que exista un buen control del gasto público, no olvidemos que el dinero público es de todos, algo que nuestros dirigentes aún no tienen claro. Hacer una buena planificación en Recursos Humanos, un recurso tan importante como necesario, conseguir que el empleado público se implique en la gestión, que se motive, que se sienta apoyado, es vital para el buen funcionamiento de la organización  y que por el contrario, se olvida con demasiada facilidad.
La Administración necesita, como dijo Webber, tratar de lograr una “ética de responsabilidad”.  Inculcar la responsabilidad no es tarea fácil, pero necesaria y urgente. Está en peligro la legitimidad hacia el sistema político, un hecho caótico para nuestra democracia. Esa legitimidad está en peligro como consecuencia de la corrupción política, y esto es así, por la ausencia de ética pública en nuestros gobernantes y gestores.


Francisco Tomás  y Valiente dijo, “si la corrupción es tolerada de modo duradero produce descomposición del sistema”.  Por desgracia, está ocurriendo. Por ese motivo atacar la corrupción ha de ser uno de los principales objetivos políticos, implantando  mecanismos de control que sean eficaces y que velen por los intereses generales.
La Administración Pública tiene serios problemas, por señalar algunos de ellos; la excesiva politización, los puestos directivos son asignados a conveniencia del político de turno, olvidándose en muchos casos, de la preparación técnica que pudieran tener.  
Otro hecho importante, las duplicidades de entes públicos, de todos es sabido que se han creado todo tipo de agencias  sin ninguna razón de ser. Y por no hablar del derroche desorbitado de los altos cargos en dietas, viajes, etc.
La Administración necesita gestores, cuya gestión se base en la transparencia y la legalidad. Algunos gestores públicos olvidan que vivimos en un Estado de Derecho, que todo o casi todo está regulado por normas y que estas han de ser cumplidas y respetadas.
Es hora de empezar a hacer bien las cosas, el país se desmorona y nosotros con el. Apostar por una administración eficaz y eficiente no sólo es conveniente, sino necesaria. En estos tiempos de crisis la credibilidad de nuestros políticos está de capa caída, ellos tienen una gran tarea, recuperar  la legitimación que han perdido, y eso sólo se conseguirá cuando realmente velen por los intereses generales en detrimento de los intereses políticos y siempre desde el sometimiento a la legalidad.




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