Reflexiones
sobre la ética pública y la gestión de los recursos humanos.
La ética
pública está presente en todos los ámbitos de la gestión pública, sin duda.
Pero en la gestión de los recursos humanos (reclutamiento, selección,
formación, capacitación, etc.) es donde ésta encuentra el campo de actuación
más amplio.
En lo que se refiere a la reforma
promovida por la Nueva Gestión Pública, la posibilidad de una completa transición
del modelo burocrático tradicional a una nueva forma de gestión reside en un
cambio de mentalidad por parte de los gerentes y trabajadores públicos, siendo
labor del Departamento de recursos humanos, entre otras, informar, formar y
motivar a los mismos para procesar y ayudar a que se efectúen las mejoras
propuestas por dicho modelo. La gestión de los recursos humanos debe operar con
dinamismo y flexibilidad para que la Administración Pública pueda responder a
las necesidades sociales con talento e innovación.
Esto va en
consonancia con lo establecido en el artículo 1 del Estatuto Básico del Empleado
Público, que refleja los fundamentos de actuación de la Ley, entre los que se
encuentran: el servicio a los ciudadanos y los intereses generales, la
objetividad, profesionalidad e imparcialidad en el servicio, la transparencia,
la responsabilidad en la gestión, etc., para lo que es imprescindible una
gestión y planificación eficaz de los recursos humanos.
Además, el individuo
debe empezar a familiarizarse con la ética de la organización pública desde el
momento de su admisión recibiendo, posteriormente, una formación adecuada para
adquirir conocimientos y habilidades sobre este campo en el desempeño de su
trabajo. Ambas tareas (admisión y formación) son propias del Departamento de
Recursos Humanos.
Por
otra parte, es necesario que el sistema ético sea fuerte y eficaz, que no se
limite a ofrecer una lista de los valores y principios deseables porque,
generalmente, se quedan atrás repercutiendo en su desconocimiento por los
servidores públicos. Este desconocimiento es uno de los principales factores
que promueven la corrupción en el sistema. Por tanto, desde el prisma de una buena gestión de los recursos humanos, sería necesaria la
promoción de los mismos a través de una rigurosa formación de los empleados
públicos al respecto así como la
transmisión y asimilación de unos valores institucionales que se alineen con
los personales permitiendo su interiorización para poner en práctica
conductas éticas de forma natural.
Las técnicas de formación e
interiorización de conductas éticas hay que introducirlas, especialmente, en el
ámbito político, donde los gobernantes encuentran un extenso margen de arbitrariedad,
discrecionalidad y elección, que se presta a la corrupción y a las conductas
antiéticas en general y que requiere de fuertes y periódicos controles.
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