¿MODELO ABIERTO O CERRADO DE FUNCIÓN PÚBLICA?
El Empleo Público se plantea básicamente desde dos perspectivas fundamentales, el sistema abierto o de empleo y el sistema cerrado o de carrera. Cada Estado o cada Sociedad ha ido eligiendo a lo largo de la historia el que ha creído más adecuado a sus necesidades, el que mejor responde a sus demandas y el que ha entendido más justo.
Así en Estados Unidos, por ejemplo, se ha decantado por un sistema abierto en el que el empleado de la Administración Pública obedece al patrón de la empresa privada, en la que prima la eficiencia y eficacia, por encima incluso del interés general, donde la estabilidad del empleado público no esta garantizada, no más que en la empresa privada, donde existe facilidad en desprenderse del personal que en cada determinado momento no se considera útil, rentable o necesario, de forma que los órganos de dirección gozan de facilidad para la supresión de los empleos que consideren. En estos sistemas que priman la rentabilidad de la mano de obra (eficacia y eficiencia) tienen facilidad para cambiar de personal, fomentando el clientelismo y donde los principios de mérito y capacidad brillan por su ausencia.
Frente a otro modelo, el denominado cerrado o de carrera, donde se prioriza el interés general sobre todo lo demás. Donde para ello se pretende dotar al empleado público de independencia, objetividad, e imparcialidad para garantizar el interés general, se pretende lograr dotando de estabilidad al empleado público, propiciando la rigidez en el despido.
Esta rigidez la diferencia de la empresa privada, pero que tiene un contrapeso en guardar la independencia del funcionario público por encima del cargo político de turno, intentando preservar el principio de objetividad.
Los dos sistemas tienen sus ventajas y sus inconvenientes, como casi todo en la vida; por lo que corresponde a la Sociedad, inclinarse por el sistema que considere más justo, si bien es verdad, que estos sistemas no se dan en estado puro, dándose situaciones intermedias, aunque ninguno de los sistemas es capaz de contentar a todos.
Más aún, después de lo visto a lo largo de la historia en nuestro país, donde se ha carecido de esa tan deseada independencia en los distintos regímenes monárquicos que nos han sucedido; o en la historia más reciente con el Decreto de 1852 de Bravo Murillo, o los Estatutos de López Ballesteros, o el de O'Donnell, o el Estatuto de Maura, son ejemplos de como el sistema ha ido cambiando de un sistema a otro y como ninguno de ellos ha ido contentando a la Sociedad de la Época.
No obstante, entiendo que en un Estado de Derecho debe prevalecer el interés general para preservar una Administración Objetiva, imparcial y garantista de los procedimientos establecidos, por lo que QUERER asemejar la Administración Pública a la empresa privada para alcanzar sólo sus ventajas, sin perder las del sistema abierto, se hace imposible.
Es por ello que valorando los pros y los contra resulta más razonable mantener el sistema cerrado, ya que este sistema es mayor defensor de unos valores como lo son el interés general, la objetividad, imparcialidad e independencia, que están por encima de otros de menor importancia, asumiendo el riesgo de que se puedan producir efectos indeseados como consecuencia de los inconvenientes de este sistema.
Francisco Millán Sánchez.
Teniendo en cuenta que ambos sistemas tienen cosas positivas y negativas y, como hemos visto en clase, nuestro sistema de empleo público partiendo de un sistema claramente cerrado puede definirse actualmente como mixto con orientación cada vez más hacia un sistema abierto, pienso que debemos tener cuidado en tiempos como los que corren de no terminar sacrificando el interés general del sistema cerrado por la simple rentabilidad como máximo principio del sistema abierto
ResponderEliminarComentario realizado por Jose Manuel Ortega Arrones