domingo, 30 de noviembre de 2014

Reflexión personal de Daniel Rodrigo Ramírez

Es curioso, desde mi punto de vista, tratar el tema de la corrupción. Todos estaremos de acuerdo en que la mayoría de las personas sabemos distinguir lo que está bien de lo que está mal. Mucha gente piensa y se prepara para formar parte del intrincado administrativo estatal y lo hace con unas creencias firmes y una convicción clara de principios morales dignas de elogio.

El problema radica en que hablamos de un sistema corrupto desde sus inicios. El famoso dicho del "hecha la ley, hecha la trampa" Es totalmente cierto, los ciudadanos depositan su confianza en unas personas que abusan de ellas y de su posición, que jugando al juego de: tu me encubres y yo te encubro, aquí no pasa nada, y se trata al ciudadano de estúpido a favor del beneficio personal, en mayor y menor escala según sus posibilidades.

Dichos actos, vistos desde fueran nos horrorizan y nos parecen deleznables, que se trata de personas de distinta calaña a la gente de a pie. No estaría yo tan de acuerdo, repito, desde mi punto de vista y desde la inexperiencia propia de mi juventud. Pienso que aquella persona que entra con toda la ilusión de revertir esa mala imagen que se tiene de las personas que trabajan al servicio del Estado se encuentra de bruces con una corrupción institucionalizada, en el que o se forma parte o te granjeas enemigos.

No se trata de negarte a hacer tal o cual cosa que se considera que es ilegal o inmoral, eso sería lo fácil, el problema llega cuando se te empieza a hacer la vida imposible por parte de segundas y terceras personas que no están de acuerdo con tus métodos, que formulan amenazas de traslados que finalmente se llevan a cabo, y si se te ocurre denunciar te buscas otro problema pues tal o cual tiene buena relación con otro tal que... Al final, que lo haces tú, o lo hace otro, pero hacer se va a hacer. Muy triste jugarse el pan por actuar correctamente.

Por lo que desde mi punto de vista, para intentar erradicar de forma más efectiva estas prácticas sería reforzar mucho más aquellos órganos de control y que se fueran renovando con personal de toda clase para intentar crear una independencia real y efectiva, a la par que leyes punibles más duras para aquellos que juegan con dinero ajeno o trafica con influencias.

El dinero de los ciudadanos es para los ciudadanos. El potencial del Estado es enorme y el impacto que tiene en la sociedad es enorme si es usado para lo que se debe.


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