miércoles, 8 de enero de 2014

Reflexión personal sobre las recompensas en el sector público.

Reflexión de Jose María Vicente Navarro.

Estoy leyendo el tema 11 de la asignatura, concretamente la parte que habla de los objetivos del sistema de recompensas. Algunos de estos objetivos son los siguientes: 
  • Buscar la satisfacción de los intereses, metas, deseos y/o necesidades personales de los integrantes de la organización y, con ello, motivar a los mismos.
  • Servir como garantía para el logro de los objetivos de la organización, al posibilitar un alto rendimiento individual y colectivo de los trabajadores.
Siempre me ha parecido una gran idea la de premiar el alto rendimiento de un trabajador, ya hablemos de un alto nivel de ejecución o de la realización de horas extras. A esto de que se puedan pagar las horas extras como si fueran normales no le veo ni pies ni cabeza, o mejor no se los quiero ver. A lo que iba, defiendo y ánimo que se premie a los trabajadores que se esfuerzan y consiguen un rendimiento superior al que se les exige en su labor. Pero claro, en los tiempos que corren pensamos que lo que hay que premiar es lo extraordinario, y como aplicar la ley del mínimo esfuerzo parece ser lo habitual en el caso de los funcionarios (o eso dicen las malas lenguas); lo extraordinario, que es algo mejor de lo normal, baja su nivel y se aleja del concepto de excelencia para convertirse en una cualidad que se acerca peligrosamente a lo vulgar.

Cuando se habla de recompensas, no sé a vosotros, pero a mí me da la sensación de que hay muchísima gente que las ve como una forma de premiar un trabajo bien hecho. Oye, el trabajo bien hecho se premia con el salario, ¿no? Parece que algunos verían bien que premiara la no-mediocridad. No nos confundamos. Creo que hay mucha gente que piensa que un trabajo bien hecho debe ser recompensado (retribuido mejor, básicamente). Yo no me incluyo en ese grupo, yo soy de los que piensan que las cosas hay que hacerlas bien siempre. 
Si podemos hacerlas bien, ¿para qué hacerlas mal? O, ¿por qué hacer las cosas bien solo cuando sabemos que podemos obtener una recompensa extra? 

Claro, que la inmensa mayoría de la gente de este país (que somos los que menos cobramos) merecemos un salario más elevado que nos permita tener mayor poder de adquisición. Seguro que lo merecemos, pero esto debería ser independiente de si hacemos las cosas bien o mejor. En mi opinión, deberían aumentarse los salarios y los trabajadores deberían hacer las cosas siempre de la mejor forma que puedan, con un esfuerzo normal, tampoco vayamos a matarnos a trabajar eh. Pero mi crítica va en ese sentido, va hacia esas personas que se dejan llevar en sus puestos de trabajo, se acomodan, y creen merecer una recompensa simplemente cuando hacen un trabajo bien hecho porque habitualmente tienen un rendimiento mediocre.

Espero haber transmitido mi idea correctamente. ¡Hagamos las cosas bien!

1 comentario:

  1. José María, tu eres de los que piensa que las cosas siempre hay que hacerlas bien y que para eso te pagan, con lo cual, para qué premiar el trabajo bien hecho de forma retributiva. La verdad es que yo nunca me había planteado esto y al haber leído tu reflexión sobre este tema estoy totalmente de acuerdo contigo.
    Así que según tú, si los sueldos estuvieran algo más altos la gente haría bien su trabajo debido a su satisfacción salarial y no por la búsqueda de una recompensa económica. Con esto ya no estoy totalmente de acuerdo; Está claro que el salario influye en la intensidad y dedicación con la que el trabajador desarrollará posteriormente sus funciones, pero bajo desde mi punto de vista, la clave de hacer un trabajo bien hecho no está en la recompensa económica, ni en un salario base más elevado, sino en una recompensa intangible como puede ser el reconocimiento de un trabajo bien hecho, una palmadita en la espalda de vez en cuando, o que te hagan sentir que estás en el lugar donde lo que haces, lo sabes hacer bien.

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