Reflexión
Personal: “Una asignatura pendiente”
Rosalía
Pena González
En este segundo bloque se está
tratando una de las partes más interesantes e importantes de la
organización de los recursos humanos y que afecta en gran media al
factor humano. Toda y cada una de las temáticas que se están viendo
están sumamente relacionadas en lo que se refiere a la buena
gestión de los recursos humanos.
Cuando un político “nombra” a
alguien para dirigir un organismo o unidad dentro de la
administración pública suele pensar en alguien con una serie
de características dependiendo del puesto. A este “líder
formal” le exigen una titulación concreta sobre todo si es un área
muy específica, también se le suele exigir experiencia o
trayectoria en el sector o materia, aunque no siempre. Que esté bien
relacionado, y esto sí es fundamental; de hecho estamos cansados de
ver que la misma persona dirija un organismo de por ejemplo
agricultura y pesca y una vez cesado en ese cargo lo nombran
nuevamente en turismo para terminar en hacienda. También suele ser
requisito que pertenezca a un partido político o por lo menos esté
cercano a una ideología política determinada, pero lo que no se
tiene en cuenta es si “sabe trabajar” con personas, es decir, si
tiene conocimientos suficientes para hacer que un grupo de trabajo
consiga los objetivos que se pretenden y de la forma más eficaz y
eficiente posible.
Por otra parte la persona a la que se
le propone el puesto tampoco se para a pensar si está preparado para
“dirigir” a un equipo, si posee las habilidades que se requiere
para ello, porque dirigir no consiste en “mandar u ordenar” única
y exclusivamente. Se trata de saber sacar a cada empleado lo mejor y
relegar lo peor, tener la habilidad para cohesionar y motivar al
personal que tiene a su cargo y desde luego tener capacidad de
análisis y de resolución de los problemas que puedan surgir. Estas
son algunas de las características, además de la titulación,
experiencia, etc, que debería tener un directivo tanto en el ámbito
público como en el privado.
Y es que cuando un directivo es además
“buen líder” todo es mucho más fácil, sabe organizar el
trabajo, sabe cómo y adónde tiene que ir dirigido el esfuerzo del
grupo, estudia las posibles necesidades y las transmite a su
personal, genera una comunicación fluida entre los miembros del
grupo que es fundamental para el buen funcionamiento de la unidad,
pone en práctica la empatía, consiguiendo que aumente la confianza
del grupo hacia él resultando, además, estar totalmente informado
de lo que pasa, sabe motivarlo, consigue que el personal tenga un
interés por el proyecto y que se involucre incluso más allá de las
tareas propias de su puesto, esto a su vez cohesiona el grupo. Un
grupo cohesionado trabaja más y mejor, posibilitando que surjan
nuevas ideas que permitan mejorar los resultados. Todas estas
acciones conllevan que se forme entre los miembros del grupo una
unidad creando una cadena de eslabones en la que cada uno es una
pieza fundamental para el desarrollo y obtención de resultados del
departamento en cuestión y que será difícil de romper si se sigue
actuando así. Todo “rula” y casi sin esfuerzo.
Pero ¿qué implica para un trabajador
tener por jefe a un “superlíder”? Señores ese es el sueño de
todo “currito”, si alguna vez en la vida profesional se encuentra
uno con un ejemplar de este calibre, todo lo que se haya conocido
hasta ese momento parecerá insuficiente, incapaz. Ser dirigido por
un buen líder supone que sabrá darte lo que necesitas, te dará tú
lugar y te estimulará para crecer, será un “gusto” ir a
trabajar, implicará satisfacción, no sólo laboral, porque esa
satisfacción se extenderá al nivel personal. No estarás deseando
que no sea viernes, eso no… pero tampoco temerás al lunes!!!!!.
Así
que después de analizar sucintamente estos aspectos una se pregunta
¿por qué no se subsana esto en la administración?. Hay amplios
estudios que constatan que es básico que una persona sepa “dirigir”,
esto no es nuevo, las desventajas e inconvenientes han sido
ampliamente analizados y demostrados. En las empresas privadas sí se
han dado cuenta de esto y lo tienen en consideración dándole la
importancia que debe dársele, incluso mandan a sus directivos a
“escuelas de liderazgo”, a cursos de inteligencia emocional, a
aprender cómo comunicar, cómo motivar a su “gente” y a
gestionar conflictos, etc.
La solución debería ser bilateral,
por un lado los que tienen la capacidad de elegir a las personas que
van a llevar a cabo la dirección de organismos/unidades
administrativas deberían tomar nota y seguir el ejemplo, e
introducir este elemento dentro de los requisitos profesionales a
exigir en los cargos y puestos de responsabilidad, no se debe tener
miedo a introducir novedades y romper un poco la burocracia
fuertemente instalada en nuestra administración. La otra parte es
responsabilidad de todas las personas que enfoquen su vida laboral en
la dirección y que aspiran a obtener un puesto de esas
características, es hora ya de que incluyan dentro de su formación
esta parte que falta que es tan importante y que les abrirá puertas
en un futuro y que tantos dolores de cabeza les evitarán mañana.
Estoy segura de que todos los que nos beneficiásemos de esto, tanto
el personal como los ciudadanos en general, le estaríamos
eternamente agradecidos.
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