jueves, 26 de diciembre de 2013

Formación del personal de la Administración Pública

Reflexión personal: Gloria Gómez Muñoz

¿ Realmente están formados los trabajadores de la Administración Pública? , Es cierto que la única forma de saber trabajar es trabajando, y que pases unos exámenes solo índica que eres el mejor dentro de un grupo de personas en memorizar un tacho de leyes, que seguramente dentro de poco tiempo la modificarán y de poco habrá servido aprenderlas.
Una queja muy extendida, es la de una persona se prepara unas oposiciones para la Administración pero son temarios que no va a poner en práctica cuando trabaje, Entonces, ¿porque no modifican los temarios de las oposiciones?, no te hace un erudito que te estudies muchas leyes sin entender el contenido que emanas de ellas...

las técnicas para la formación puede ser externa o interna de la organización; en el caso de la formación interna se puede dar poco, porque el tener que rotar a un trabajador para que conozca todo el funcionamiento del departamento en el que se encuentra, haría que se ralentizara el trabajo en dicho departamento ya que necesitaría a otra persona que le estuviera dando pautas y supervisando el trabajo. Ya en la formación externa de la organización, va más con las ganas que tenga el trabajador de seguir formándose para que mejore su calidad en el trabajo.

Terminar diciendo que los objetivo de la formación son la de potenciar la promoción interna, estimular la productividad del personal, ayudar a que los trabajadores puedan potenciar las facultades, aptitudes para incrementar las posibilidades del equipo humano.

1 comentario:

  1. Hace ya un tiempo, al hilo de una sentencia judicial problemática porque parecía un poco “desquiciada”, le escuché a un contertulio de los muchos que pululan por los foros radiofónicos, que una de las cosas que debían de calibrarse en las oposiciones era la salud mental de los futuros funcionarios.
    Es ya clásica la creencia de que después de aprobar una de las típicas oposiciones tipo Notarías, Registradores o Abogados del Estado, la persona en cuestión queda si no “gagá”, cuando menos algo tocada. Por supuesto, que es un gracejo con muy mala idea, pero creo que un cierto fondo de verdad sí que lleva.
    Tampoco voy ahora a reclamar una batería de pruebas como las que se someten los astronautas para evaluar los niveles de frialdad ante una lluvia de meteoritos o los niveles de autodominio frente a una convivencia forzada en un habitáculo de 5x5 durante 12 meses.
    Pero lo que si es cierto, es que el sistema de oposiciones, (que es el más justo para promover a los más cualificados al servicio de los intereses del Estado) se basan demasiado en la memoría mecánica y muy poco en las evaluaciones de tipo psicotécnico, y no digamos, en las de madurez y equilibrio psicológico (lo que quizás se ha venido en denominar inteligencia emocional).
    Por supuesto que el buen gestor debe en todo momento saber acudir a la legislación que fundamente sus decisiones, pero no es menos cierto que debería saber hilvanar en todo momento su actuación dentro de una secuencia de pensamientos y actos lógicos, así como el desarrollo de una adecuada capacidad de ponderación que permita en un momento dado sopesar los argumentos dentro de su justa medida, o bien, sabiendo entrar en el meollo de la cuestión y dejando para un lado los aspectos más accesorios. O, como vulgarmente se dice, no matar moscas a cañonazos.
    Pero, dicho esto, tampoco estaría de más que pudiese contar con determinadas características de la personalidad que le permitiesen apreciar que detrás de todo expediente existe un ser humano al que hay que responder, que el compañero (alto, bajo o medio) no es un ordenador sobre el que aporrear, y sobre todo, que permita resistir las presiones a las que se deberá enfrentar en su cometido para satisfacer la cuadratura del círculo que le pide la Dirección vía comunicación interior.
    Quizás después de todo lo dicho sea mejor echar los papeles para la NASA.

    Comentario a noticia (2-2)
    Bloque III
    José Ramón Malagón Cansino.

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