Reflexión personal RRHH. Bloque III
¿Por qué los funcionarios?
Los
funcionarios no son los que han provocado la crisis, pero van a pagar sus
consecuencias y además con el beneplácito de casi toda la opinión pública.
Después de
leer un informe de la Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas
(CORA) en el que se destaca que desde el tercer trimestre de 2011 se ha
producido una reducción del empleo
público de un 11,6% frente al 7,7 % en que ha caído la ocupación en el
sector privado; que el Ejecutivo ha congelado
la oferta de empleo público hasta no se sabe cuándo; que redujo los días
libres de los funcionarios, cuya jornada laboral aumentó a 37,5 horas
semanales; que los Presupuestos para 2014 prevén el no aumento de los salarios públicos (la mayoría mileuristas) y de
las pagas extras es mejor no hablar para no hacerse ilusiones y esperar a
verlas venir; además, considera la articulación de mayores mecanismos de movilidad interna y entre las distintas
Administraciones para un uso lo más eficiente posible de los recursos de los
que dispone cada una, canalizando hacia los sectores deficitarios parte de los
efectivos ubicados en otros sectores, lo que supone, de hecho, la posibilidad
de “trasvasar” de forma temporal funcionarios entre las distintas
Administraciones territoriales en caso de necesidad, etc., etc. es cierto que
se han adoptado muchas medidas.
Pues, a
pesar de todo esto, estoy de acuerdo con
que es necesaria una reforma de la Función Pública, pero de todos los que la
configuran, no sólo del funcionario de carrera. Según un informe, sólo el 60%
de los empleados públicos, sin contar los que están en la nómina de empresas
públicas, son funcionarios por oposición. El resto está formado por personal
laboral y, hasta un 13 %, por cargos de confianza e interinos. Los porcentajes
se invierten en la Administración Local, en la que los contratados superan el
60%.
El gasto
salarial en las Administraciones sigue en aumento y esto se explica porque a
pesar del recorte de las nóminas, se sigue contratando personal, pero no
funcionario. Para rebajar el gasto bastaría con cerrar la contratación de
asesores y gabinetes, redistribuir el trabajo entre los funcionarios ya
existentes, que se deshagan de sueldos vitalicios, que se eviten las
duplicidades entre la Administración Central y las autonómicas, que reduzcan
las subvenciones a partidos y sindicatos, que reduzcan el número de
vicepresidencias, que persigan a los que defraudan a Hacienda y a los que se lo
llevan sin más control ni responsabilidad, que eliminen a los traductores del
Senado (o al Senado entero), que controlen el paro encubierto…. ¿Han echado las
cuentas de cuánto se ahorraría?. Pues yo creo que así, sí.
Con estos
recortes es el Gobierno el que desprestigia la función pública y desvirtúa la
figura del empleado público (que no sólo es el señor de la ventanilla), sino la
profesora que educa a nuestros hijos, el médico que nos atiende, el bombero que
se juega la vida, el policía que nos protege….., pero el mensaje subliminal que
llega a la población es que trabajan en sectores privilegiados que, en medio de
la crisis, han conservado su puesto de trabajo y su estatus no peligra.
Pues yo
desde aquí animo a todos esos que critican a los funcionarios y al resto de empleados
públicos (sólo a los necesarios) a que se animen a estudiar una oposición, que
superen el proceso de selección correspondiente y que entren a formar parte de
ese “estatus privilegiado” para que aprecien la realidad desde ese otro punto
de vista.
En efecto, el dedo está perfectamente puesto en la llaga. Desde el desconocimiento, se aplica el término de funcionario a todo el que trabaja para la Administración sin distinguir el que ha llegado a ser empleado público a través de una oposición o por el camino, mucho más corto y cómodo, de ser señalado por el dedo por aquello de la familiaridad, la amistad o la simple coincidencia partidista. Los primeros se han ganado honrada y legalmente su "status" y son los otros los que en realidad lo están poniendo en peligro. Y esa es la verdadera reforma que se hace necesaria en la Administración, una "limpieza" a fondo de tanto enchufado. Pero, ¿quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?
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