No hay evidencia del
efecto adverso de esta renta y sí del positivo sobre el consumo
Uno de los efectos más graves que ha tenido la
crisis económica es poner en duda todo aquello que creíamos sólido. Incluso el
salario mínimo, una de las principales armas para pelear contra la inequidad,
anda estos días en entredicho. Esta desconfianza se retrata en una pregunta:
¿el salario mínimo interprofesional (SMI) destruye empleo? Plantear esta
cuestión a algunos de los casi 200.000 españoles que en 2013 han cobrado (en 14
mensualidades) 645,30 euros —o menos— suena a ofensa. O al millón y medio de
familias en que ya no entra ningún ingreso. Cómo justificarles el sentido de
este debate, cuando un estudio de Credit Suisse dice que el año pasado el club
de los ricos (más de un millón de dólares o 730.000 euros en activos) aumentó
en España en 47.000 socios.
La discusión está planteada y con fuerza. La
democristiana Angela Merkel y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD)
acordaron en diciembre pasado la introducción de un SMI a partir de 2015, que
se irá aplicando de forma gradual hasta 2017. En la práctica, supone un salario
de 8,50 euros la hora (1.360 euros la jornada completa), lo cual sitúa al país
que inventó los precarios minijobs como uno de los más garantistas con
sus trabajadores. Ofrece mejor cobertura que Reino Unido (1.189,90 euros) y no
anda lejos de Francia (1.430,20 euros).
Incluso la Administración de Obama estudia subir
los ingresos mínimos de sus trabajadores de 7,50 dólares (5,48 euros) la hora a
9,50 dólares (6,94 euros). De momento, el Instituto de Política Económica
calcula que más de 30 millones de personas se beneficiarán de esta medida.
También el premio Nobel de Economía Paul Krugman se unía en este diario, con su
particular sorna, a la discusión: “¿Podemos ayudar a los trabajadores
simplemente con una normativa que establezca un sueldo más alto? ¿No viola eso
la ley de la oferta y la demanda? ¿No nos aniquilarán los dioses del mercado
con su mano invisible?”. […]Y se contestaba: “Elevar el salario mínimo tiene
poco o ningún efecto adverso en el empleo”.
Sin embargo Krugman, a veces, se lee como un verso
suelto, incluso en España. “No hay inflación y sufrimos la tasa de paro (26,7%)
más elevada de la zona euro después de Grecia, por lo tanto no parece sensato
subir el salario mínimo porque ahora la cantidad (empleo) es bastante más
importante que el precio (salario)”, reflexiona un financiero que solicita el
anonimato. “La prioridad es reducir el paro, no aumentar los sueldos”, asevera.
En la misma línea, José Luis Martínez, estratega jefe de Citi cree que “es
imprescindible, aunque sea de forma temporal, facilitar las condiciones
laborales (incluidos los salarios) que den oportunidad a los jóvenes. Esto pasa
por un SMI más bajo compensado con experiencia laboral”.
A los expertos de BBVA Research la econometría les
cuenta que si los salarios reales en España disminuyeran un 7%, el empleo
podría aumentar el 20% y el PIB un estratosférico 11,6%. Afinando los cálculos,
el resultado continúa siendo “claramente expansivo”. O sea, el empleo crecería
un 10,4% y la riqueza del país, el 8,3%. Miel sobre hojuelas, ¿o no?
Ya se sabe que los números los carga el diablo.
Ramón Górriz, secretario confederal de Acción Sindical de Comisiones Obreras,
no los comparte. “Se puede subir un 10% los salarios y aumentar uno o dos
puntos el empleo”, sostiene, y recuerda el daño, “terrible”, que provoca en
miles de personas, que ya bordean la pobreza, la congelación del SMI decidida
por el Gobierno. “Es una vergüenza que el gran argumento de venta del país, que
usa Mariano Rajoy cuando viaja fuera, sea nuestros bajos sueldos”. Pero así es.
Solo Grecia (683,70 euros) y Portugal (565,80 euros), ambos en 12 pagas, dentro
de las grandes economías de la UE, tienen unos ingresos mínimos inferiores.
España incumple su compromiso con el Consejo de Europa de conseguir un 60% del
salario medio neto europeo desde hace años. De acatar lo acordado, ese ingreso
base estaría en unos ochocientos euros y no en los actuales 645.
Porque si la economía de un territorio tiene cifras
que son esenciales, esta es una de ellas. “En la mayoría de las economías”,
recuerda Emilio Ontiveros, fundador de Analistas Financieros Internacionales,
“disponer de un salario mínimo tiene un valor referencial; no solo actúa como
base de remuneración, evitando abusos, sino también de umbral para la
percepción de algunas ventajas y beneficios sociales. Su existencia es una
señal de mínima cohesión, favorecedora de la estabilidad y, por tanto, de la
sostenibilidad del crecimiento económico”.
En el caso español es en la lucha contra la
inequidad donde adquiere su verdadero sentido. Pero también países tan reacios
al SMI como eran Estados Unidos, Alemania o, en su día, Reino Unido han
interiorizado que los sueldos bajos frenan el consumo y debilitan la
recuperación. De ahí la reciente llegada del debate al país germano, donde se
ha tenido que luchar contra voces “que sí creían en el aumento del paro.
Analistas que aseguraban que la incorporación de un sueldo fijo ponía en riesgo
la posibilidad de las empresas de adaptar los salarios a las condiciones de
productividad; una receta que les ha funcionado contra el paro”, describe
Eugenio Recio, profesor de Economía de Esade.
“En Alemania, con un desempleo del 5,2% [casi pleno
empleo], hay ocho millones de pobres trabajando”, comenta José Carlos Díez. El
economista se refiere a ese espacio de minijobs —hasta ahora había dos
millones de personas que cobraban por debajo del nivel de ayuda social— y
trabajos semisubvencionados promovidos por el Gobierno de Merkel.
la renta más baja
del mercado
“Quizá no estamos para subir el salario mínimo,
pero tampoco para cargárnoslo”, observa José Carlos Díez. Y añade: “No existe
ninguna evidencia empírica que concluya que esos sueldos base destruyan el
empleo”. Una idea que comparte Miguel Ángel Bernal, experto del Instituto de
Estudios Bursátiles (IEB), quien apostilla que “existen muy pocos países que no
tengan este salario”. Esos son Austria, Noruega, Suecia, Dinamarca o Finlandia,
que tienen índices de paro muy bajos.
Alicia Coronil, directora de Economía del Círculo
de Empresarios, propone rebajar “excepcionalmente” el límite del SMI para
ciertas contrataciones de jóvenes desempleados con baja cualificación y sin
experiencia, que, señala, “son muchos dado que tenemos la mayor tasa (25%) de
fracaso escolar de la UE”. Se trata de un contrato que combinaría trabajo y
formación en la sede de la empresa, como el modelo dual de Alemania y Suiza. Es
difícil encontrar un único sendero. Y aunque ese salario mínimo no se ha
destruido en España, está congelado desde diciembre de 2011. Lo que no deja de
ser una destrucción encubierta, ya que según Comisiones Obreras en los cuatro
últimos años ha perdido 5,5 puntos de su poder adquisitivo. El resultado es una
vida tan mínima para miles de personas como el propio salario.
http://economia.elpais.com/economia/2013/12/27/actualidad/1388170984_005743.html
A la pregunta que planteas en el título de esta entrada mi respuesta sería no.
ResponderEliminarEn mi opinión, que el SMI en España sea de 645 euros no solo no lo destruye, sino que en mi opinión lo crea. Pero claro, esta "creación" de empleo va acompañada de lo que se puede denominar como sumisión o incluso explotación del trabajador por parte del empresario.
El trabajo que se crea es de mala calidad por tanto. Es tal el bajo nivel de calidad de este tipo de empleo que el poco poder adquisitivo que otorga a estos trabajadores hace que aparezca la otra cara de la moneda en lo que a este asunto se refiere: la destrucción de empleo.
Esta destrucción de empleo aparece debida a la falta de poder adquisitivo de la gente, que gasta menos dinero en los distintos comercios y empresas, y que por tanto hacen que estos comercios y empresas se vean obligados a "recortar" con distintas medidas, entre las que seguramente encontremos el despido.
Es por ello muy importante la búsqueda del equilibrio cuando se implantan este tipo de políticas, ya que pueden ser un arma de doble filo.