Reflexión de Alejandro Romero Barón.
En la actualidad y debido a la
situación de crisis que vivimos, hay determinados sectores de la sociedad que
se preguntan si se podría vivir sin el sector público, es decir, sin
instituciones y sin una estructura común que articule el
funcionamiento democrático de la sociedad civil.
Las Administraciones Públicas
sirven para que los ciudadanos puedan vivir como tales, para que la sociedad
funcione adecuadamente y para contar con instrumentos y recursos que permitan a
los individuos convivir de manera justa y segura.
En escenarios complejos como
los que estamos atravesando, algunas voces cuestionan la utilidad de lo público
y la razón de ser de la Administración. Desde hace miles de años las sociedades
necesitan un entramado institucional que materialice las iniciativas de los gobernantes.
Una sociedad sin Administración Pública es una sociedad desarticulada y sin
capacidad de gestionar la voluntad de sus ciudadanos. Sin instituciones
públicas, un grupo humano no es una sociedad, y sería un auténtico caos.
Por tanto, pienso que la
Administración Pública es imprescindible y que debemos aspirar a la mejorarla
lo mayor posible. Se puede cuestionar su tamaño, su papel o su funcionamiento,
pero no cabe duda de que no podemos vivir sin el sector público. Se puede discutir
si lo público responde a las necesidades de los ciudadanos o si está adaptado a
un mundo en pleno cambio, pero esto no significa que la Administración deje de
tener un papel clave en las sociedades actuales.
Entiendo que la sociedad necesitamos
de una Administración Pública avanzada, eficiente, ágil y que solucione los
problemas de los ciudadanos. Para lograrlo, es preciso que el sector público se
transforme y se convierta en un verdadero catalizador del desarrollo de los
ciudadanos.
Para conseguir que el sector
público se transforme y juegue el papel que le corresponde, se necesita de la
voluntad política y el consenso de todos. No obstante, también es necesario que
la esfera política ocupe su lugar y no se mezcle de manera inadecuada con la
administrativa, así como que el sector público y el privado se entiendan y
colaboren para abordar retos comunes.
Necesitamos una Administración
que sea independiente, profesionalizada y sin injerencias o intereses fuera de
la legalidad. La función pública debe estar libre de ataduras políticas para
que realmente sirva a los intereses de los ciudadanos y de la sociedad, no de
los partidos políticos.
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