Reflexión personal realizada por Álvaro Molina Álvarez-Ossorio
Contaba Plutarco en sus
"Vidas
paralelas" que un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro,
dueño de una gran fortuna, estaba enamorado de Pompeya, la mujer de Julio César.
Por ello, en cierta oportunidad, durante la fiesta de la Buena Diosa (celebración
a la que sólo podían asistir las mujeres) el patricio entró en la casa de César
disfrazado de ejecutante de lira, pero fue descubierto, apresado, juzgado y
condenado por engaño y sacrilegio. Después, César reprobó a Pompeya, aunque
estaba seguro de que ella no había hecho nada indecoroso ni le había sido
infiel, pero afirmando que no le agradaba el hecho de que su mujer fuera
sospechosa de infidelidad, y que no bastaba que la mujer del César fuera
honesta; también tenía que parecerlo.
No obstante, aquello quedó demasiado
lejos en el tiempo y, por desgracia, nuestros dirigentes parecen haberlo
olvidado por completo si nos hemos de llevar por las continuas acusaciones de
corrupción, depravación, escándalo y degeneración que día a día van saltando a
los titulares de los medios de comunicación. El caso Gurtel, los trajes de
Francisco Camps, los líos de Gil y sucesores en Marbella, el caso Noos, los
Expedientes de Regulación de Empleo andaluces, las facturas falsas, las ventas
amañadas de terrenos como los de Mercasevilla…
Casos y más casos tras los que se
esconden (indebidamente enriquecidos), algunas personalidades y, sobre todo, políticos
de todos los partidos y tendencias, políticos que cada vez acercan más a los
ciudadanos a la desagradable idea de que “estas mujeres del César” que son los
políticos de nuestros días, no es sólo que no parezcan honestas, sino que no lo
son, porque han sucumbido rápidamente a la tentación de cualquier fajo de
billetes del Banco de España (algunos más que suculentos por cierto) que llevar
a sus cuentas corrientes.
Una ausencia de honestidad que no
podemos ni debemos dejar pasar por alto, ya que ellos son los que manejan los
hilos de la Administración Pública (Dentro de esta, aspectos como la sanidad o la
educación, entre otros capítulos igualmente importantes) y quienes han de
manejar también todo el dinero del Estado, Comunidad Autónoma o Ayuntamiento
(Dependiendo del ámbito territorial del que se trate), sin que en demasiadas
ocasiones tengan en cuenta por desgracia que a un mayor enriquecimiento
personal siempre sucederá, como contrapartida, un mayor empobrecimiento
general.
En la política, para desgracia de
los mismos ciudadanos (que un día creímos en sus promesas de bienestar social y
defensa de los intereses generales y decidimos votarlos) y del país entero, son
cada vez menos los dirigentes y hasta algunos no tan dirigentes que inspiren
confianza a un pueblo cansado de escándalos y de verlos tan faltos de recursos
y de verdadera defensa que apenas pasan de recurrir a aquella infantil táctica del “pues tú más” a la que siempre
recurríamos cuando de niños algún compañero o amigo nos acusaba de cualquier
cosa que no podíamos negar. Como ahora buena parte de ellos no pueden negar
habérselo llevado “calentito”, “frío” y de todas las temperaturas habidas y por
haber.
Está en sus manos, nadie lo duda.
Pero a estas alturas son muchos los ciudadanos que piensan que nuestros
gobernantes nunca lograrán recuperar la confianza
que en su día depositamos en ellos. Aunque hay algo de lo que yo ni ninguno de
los que estén leyendo esta reflexión personal duda en absoluto: que volverán a
poner todo su empeño en convencernos apenas se aproximen unas nuevas elecciones.
¿Acertaremos en esa ocasión y elegiremos a quienes luchen realmente por el
ciudadano de a pie o volveremos a demostrar una vez más que somos los únicos
animales capaces de tropezar dos veces en la misma piedra, capaces de ser
engañados repetidamente y capaces de tragarse el humo que la mayor parte de las
veces son las palabras y las promesas de los políticos?
Por eso, creo que nuestros
gobernantes, antes de volver a pedirnos el voto y, nosotros antes de cederlo,
debemos recordar que “no basta con que la mujer del César parezca honesta, sino
que también debería serlo”.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Desde que tengo uso de razón siempre he visto como los políticos de nuestro país enfocan sus campañas políticas a convencer y atraer votantes, cuando pienso que lo realmente importante sería enfocar sus programas a la mejora del bienestar de todos.
ResponderEliminarNo conforme con eso, cuando parece que se preocupan por nosotros y que realmente la clase política de nuestro país se centra en lo que debiera centrarse, cuando consiguen los votos que necesitan y alcanzan el poder, se olvidan de las promesas, y lo que era en un principio esperanza por mejorar la situación actual y alcanzar el bienestar, finalmente se traducen en reformas, recortes, etc..
No sé dónde puede estar el fallo, si en la clase política, que solo se acuerda de nosotros cuando se acercan las elecciones, o en la propia sociedad, que ve como la clase política nos invita constantemente a ponernos la soga al cuello y aun así los votamos una y otra vez. Queda demostrado por tanto como el hombre es el único animal que tropieza dos veces ( e incluso tres y cuatro) con la misma piedra.
Comentario realizado por: José Manuel Navarro Montes.