viernes, 9 de noviembre de 2012

LA CHAQUETA METALICA

Publicada por: Inmaculada Dominguez Estepa


EN la profunda crisis de liderazgo que vive España no tiene que ver sólo la ausencia de dirigentes con empatía, audacia y capacidad estratégica, sino también una cierta alergia social a los líderes con determinación para fijar objetivos y cumplirlos a despecho de obstáculos y limitaciones. El pensamiento débil ha generado una sensibilidad indolora y refractaria al esfuerzo, una mentalidad colectiva de laxitud que rechaza los logros del sacrificio diluyéndolos en una especie de acomodaticio relativismo abandonista. Acostumbrada a la prosperidad fácil, nuestra sociedad reciente ha perdido musculatura moral para enfrentarse a dificultades de escala con voluntad agonística.
De un modo colateral, anecdótico, la polémica sobre la entrenadora del equipo nacional de natación sincronizada representa una metáfora de ese paradigma indoloro. Si hay una actividad relacionada con el espíritu de superación, el trabajo duro, la disciplina física y la fortaleza mental es el deporte de élite, la alta competición en la que el éxito se mide en decimales de ventaja. Las medallas y los títulos no son producto de improvisados arrebatos de brillantez sino el fruto de años de entrenamiento, método y renuncia. En una especialidad hiperminoritaria y sin tradición, casi clandestina, Anna Tarrés ha convertido a un puñado de jóvenes nadadoras en un competitivo y luminoso bloque capaz de plantar cara a potencias mundiales consolidadas. Ese nivel de excelencia, coordinación y empeño no se puede alcanzar sin un régimen de adiestramiento sostenido en normas rígidas y en principios firmes, un sistema de motivación blindado contra el desaliento, el cansancio y la flaqueza. Y todo ello requiere un liderazgo resuelto, potente, correoso, dispuesto a mantener la cohesión grupal sin indolencias ni concesiones.
A menudo esa clase de instrucción de elevada exigencia disciplinar está envuelta en una atmósfera antipática o poco complaciente en la que no ha lugar al desfallecimiento porque las pruebas reales suponen un ejercicio implacable de resistencia y precisión. No resulta en absoluto imposible que en el calor de ese trabajo denodado Tarrés haya cometido ocasionalmente excesos verbales o superado los límites convencionales de la delicadeza y el respeto. Suficiente para ganarse la inquina de los cazadores de brujas del antiautoritarismo de salón. A base de críticas ventajistas -a medalla ganada- y de denuncias de maltrato que tratan de presentarla como un trasunto femenino del brutal, blasfemo y despótico sargento de «La chaqueta metálica», los apóstoles del buen rollito y la pedagogía de la trivialidad se han cobrado una nueva víctima. Es la misma gente que cree que los países se levantan de las crisis sin sufrimientos, que los conflictos se resuelven con sonrisas y que los éxitos crecen en los árboles para recogerlos sin tener siquiera que ponerse de puntillas.

1 comentario:

  1. Es un artículo interesante pues plantea la disyuntiva entre un liderazgo autoritario y otros de tipo más consensuados y menos exigentes.
    En la actualidad no se entiende, o se entiende mal, cualquier tipo de liderazgo que no contemple un mínimo de diálogo y consenso. A pesar de que hoy en día algunos líderes políticos, económicos, religiosos, sindicalistas… se comportan de forma casi dictatorial, pues no permiten que otros miembros de su organización cuestionen sus opiniones o medidas adoptadas en el desempeño de funciones, sigue siendo poco aceptado o cuestionable por la mayoría este tipo de liderazgo autoritario.
    Muchos líderes desmotivan a sus empleados, con esta falta de consideración a sus opiniones o sugerencias, llegando a arrinconarlos a puestos poco relevantes o rescinden sus contratos laborales, exigiéndoles mucho y reconociéndoles poco. Sin embargo, este tipo de liderazgo es necesario en determinados momentos; ya sea por falta de preparación del personal, momento coyuntural, necesidad de actuar rápidamente aprovechando cierta información, necesidad de definir un objetivo claro y sin fisuras…
    En este punto de la reflexión me cuestiono, al igual que el autor, si cuando se critica a una jefa de equipo, entrenadora o supervisora se critica este tipo de ejercicio del poder (otorgado como responsable del equipo), o si cuestiona el esfuerzo y el sacrificio exigido y el anteponer un beneficio u objetivo común al propio, al individual. Un equipo funciona precisamente porque sus objetivos son concurrentes con los de la organización de la que forman parte. El grupo de trabajo es un concepto diferente al del equipo, y aunque se forme parte de dicho grupo, no tiene por qué ser coincidente el objetivo individual con el de la organización.
    Cuando hablamos en temas deportivos, hablamos de equipo, pues el objetivo común de todos para beneficio de la entidad de la que forman parte y de ellos mismos, es ser los mejores y ganar. Es preferente el equipo a cada uno de sus miembros (dentro de unos límites), sabiendo que el triunfo en dicho objetivo les reportará a todos unos beneficios individuales proporcionales al grado del mismo, pudiendo ser de muy diversos tipos: beneficios económicos, posibles contratos de publicidad, ofertas de trabajo, fama, prestigio…
    En este caso, habría que evaluar hasta que punto fueron y son habituales los sacrificios exigidos con respecto a las reglas establecidas como límites aceptables, o si se extralimitaron, y si el esfuerzo es sólo tenido en cuenta como algo positivo, siempre y cuando no nos haga a los demás quedar como faltos de compromiso y valor.
    ¿¿¿Cuestionamos el exceso en las exigencias para alcanzar ciertas metas??? ¿¿¿ O estamos sintiéndonos cuestionados por nuestra relajación, falta de esfuerzo e interés y reaccionamos atacando como medida de autodefensa y justificación???
    Liderazgo, compromiso y equipo son las claves para analizar y profundizar en esta cuestión.

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