Reflexión personal de Inmaculada Alhambra Cordón

Por qué en la Administración Pública no deben aplicarse los principios empresariales de gestión, tanto en gestión patrimonial como en la gestión del personal.

En un primer lugar, apuntar algo a mi parecer obvio, y que parece que a veces se nos olvida: La Administración Pública está ahí para “hacernos felices” a los ciudadanos. Es decir, la razón de ser de la Administración Pública y del aparato estatal en general, es realizar la “Procura ciudadana”. Por tanto, está ahí para garantizar -por supuesto- nuestros derechos fundamentales, pero, es más, debe también buscar nuestra mejora como personas, la superación de nuestra posición actual hacia la dignidad completa como seres humanos. 

Dicho esto, quería plantear algo que me chirría del temario de esta asignatura; esto es, hasta qué punto deben los principios de la empresa privada implantarse en nuestra Administración. 

Me explico: si la empresa privada busca el beneficio –casi como quién busca a Dios, a mi parecer-, ¿debemos dar por sentado que lo que busca la Administración Pública también es esto? 

Mi respuesta es rotunda: no. La Administración debe regirse por la eficacia y la eficiencia, hasta ahí estamos de acuerdo, pero su primordial objetivo debe ser, como aclaro en el párrafo anterior, “hacernos felices” a los ciudadanos. Quiero decir, si derivamos una parte de nuestro sueldo (o lo que es lo mismo, pagamos impuestos) para que se pueda tener una Administración Pública que cree y mantenga unas prestaciones y servicios públicos de calidad, gracias a los que podamos, por ejemplo, formar y desarrollar nuestra personalidad para avanzar como sociedad y como personas individuales; o gracias a los que podamos, ya no solo curar enfermedades, sino aumentar nuestra calidad de vida y salud, o avancemos en tecnología, en atención a los ciudadanos con necesidades sociales, etcétera; entonces, ¿es lo primero el beneficio? 

Más simple: ¿En qué queremos invertir nuestro sueldo, en sanidad, educación y demás Derechos Fundamentales que mejorarán nuestra vida, o en que nuestro “querido” Gobierno tenga muchos millones almacenados en el banco para contentar a nuestra también “querida” Merkel? 

Entiendo que en la Facultad de Económicas y Empresariales; o en Contabilidad y Finanzas, se tenga esa deformación profesional de buscar a toda costa el beneficio, de anteponer el buen funcionamiento de la economía (recordemos, un mero instrumento para organizar nuestras vidas y nuestro sistema; que debe estar a nuestro servicio), a los derechos de las personas; pero rechazo totalmente esta manera de hacer para la Administración. Esto es anteponer el instrumento con el que nos organizamos (el Estado, la Economía), a nosotros mismos. Y eso desde luego no casa con la satisfacción de los administrados, que buscan prestaciones, no simples beneficios. Asimismo, sobra decir que cuánto menos recursos se invierten en prestaciones e infraestructuras públicas que ya hemos creado –a costa de mucho trabajo-, peores serán estas, que antes se encontraban en una situación “mejor” (no digo que fueran perfectas). 

Con respecto al tema de los Recursos Humanos, tampoco estoy de acuerdo en que el personal funcionario y público tenga que ser elegido libremente mediante un modelo contractual privado, sino que debe ser elegido mediante criterios de mérito y capacidad (No olvidemos que aquí los que prevarican en su gran mayoría son los políticos, no los trabajadores públicos “de a pie”, los elegidos por “mérito y capacidad”). 

Quizá la respuesta a todo esto sea una gobernanza en la Administración Pública realmente centrada en las personas, que sostenga la economía y el beneficio como lo que, a mi parecer son: instrumentos que nos pueden permitir llegar a los fines y metas propuestos, pero sin darle más importancia a éstos que a los derechos de las personas. Pero esto me da para el próximo post, así que lo aclararé más adelante.

Inmaculada Alhambra Cordón